Mario E. Fumero

Los recientes acontecimientos relacionados con la muerte de dos universitarios por supuestos policías, siendo uno de ellos el hijo de la prestigiosa Rectora de la Universidad Autónoma Julieta Castellano, nos ha puesto los pelos de punta, porque descubrimos lo que ya tiempo, desde la época en que fue ministro de Seguridad Gautama Fonseca, se sabía, que hay policías delincuentes y que muchos delincuentes se han hecho policías. Reconozco que estos agentes y oficiales corruptos son una minoría, pero tristemente, como el cáncer, socavan a todos los integrantes honestos, que son una mayoría, por lo que la seguridad queda en manos de agentes que pueden ser delincuentes.

Es casi inevitable controlar o evitar la infiltración de elementos delincuenciales y del crimen organizado en ciertas esferas de los organismos de seguridad, pues aun los Estados Unidos se han detectado este fenómeno, tanto en la policía, como en la DEA o FBI. Sin embargo, podemos tomar medida para evitar que estos fenómenos se sigan dando de forma tan continua. Fue por ello que en el gobierno de Ricardo Maduro le presente al entonces ministro de Seguridad un plan para evitar y prevenir la delincuencia policial, pero no se le hizo caso.

Se necesita verificar al máximo la honestidad, integridad e incorruptividad de los solicitantes a los cuerpos del orden. Además de lo anterior, debemos evaluar su capacidad psicométrica y de actitud mental y espiritual (de valores). Aparte de lo anterior, es necesario un departamento de valores dentro de la policía, con capellanes, psicólogos y terapeutas para manejar sus conflictos en el trabajo, porque los agentes se seguridad viven bajo muchas presión, tanto de arriba (los mandos) como de los lado (la sociedad) y de abajo (de los organismo de los derechos humanos). Además, tristemente el sistema actual reubica a los policías distantes a su entorno familiar, lo que aumento su estrés, y los hace proclive a la corrupción.

Hace ocho años celebramos un plan de motivación de valores en la policía, usando para ello las instalaciones del Proyecto Victoria, en donde vivieron tres días. En el mismo los sensibilizamos en el manejo de sus emociones, y de las relaciones con los infractores procedentes de las drogas y principalmente con los menores de edad. El resultado evaluativo fue excelente, pero no se siguió este proyecto. Después presente un plan de capellanía y consejería, pero nunca hubo respuesta.

Hay que entender que cuando a un agente le matan a un compañero, la posibilidad de que se desencadene un espíritu de venganza es grande, es por ello que requieren tratamiento emocional en lo espiritual y psicológico, para evitar el abuso de autoridad. Por otro lado, los agentes deben tener presente que el sistema judicial será inflexible con ellos si rompen las reglas del juego en cuanto a sus funciones. Por otro lado, los agentes deben sentirse controlados en sus actuaciones y funciones por medio de métodos visuales (videos) para registrar su forma de proceder. Estas cámaras podrán estar en las postas, patrullas o incluso, proporcionadas por la gente del pueblo, ya que los celulares ofrecen la forma de filmar los abusos policial. También se debe crear una unidad antidrogas dentro del cuerpo policial. Esta unidad visitara las postas de forma sorpresiva, para hacer prueba de droga a los agentes y oficiales con métodos rápidos. Los oficiales deben controlar y supervisar las armas de sus agentes, para determinar si la usaron, y en qué momento y lugar. Además se deben instalar en los carros patrulleros sistemas de “gps” para controlar sus movimientos y sobre todo, mantener a los agentes en postas fijas, para vivir cerca de su familia y para que sea la comunidad la que juzgue su proceder.

 Mientras no mejoremos la salud psico-emocional del policía, no podremos evitar la vulnerabilidad de los mismo frente a la influencia del crimen organizado y de la corrupción, que es un mal endémico de las sociedades modernas.

 Via: www.contralaapostasia.com
 

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